POR: RAMÓN RAYA
No conozco a Cabañas más que de saludarnos como se saluda a cualquiera que pertenece al futbol aunque no sepas ni cómo se llama. Supongo que si el saludo venía de él, en alguna de las ocasiones en donde el América entrena en el Centro de Alto Rendimiento y yo pasaba vestido con ropa de Selección, me hace creer que sabía mi nombre y mi cargo, pero nunca hemos conversado ni nos han presentado formalmente. De igual manera me causa mucha tristeza lo que le pasó y mis deseos de que sobreviva son los mismos que los de ustedes.
Al Bar-Bar lo conozco bien porque fui muchas veces. Sólo una en mi época de jugador y muchas más ya retirado. Sólo dos o tres de esas en un día que no fuera domingo como todas las otras, en una época en donde salía mucho de noche (pese a que nunca en mi vida he tomado alcohol) y mi compañero de parranda era el "Burro" Van Rankin. No había más que esa opción en la noche del domingo después de ir al Azteca a ver a su América. Ahí nos encontrábamos siempre con muchísimos jugadores de muchos equipos. Algunos que perdían la compostura y otros que nunca lo hicieron. Algunos que iban con sus novias o esposas, algunos más que llegaban con su última conquista y algunos otros que iban "de cacería" como sucede con cualquier otra persona.
El Bar-Bar era un lugar en donde el jugador encontraba en su único día, o más bien, noche de descanso, la posibilidad de vivir como otro joven y salir a un lugar concurrido a convivir y por qué no decirlo, a tomar sin chocar con un entrenamiento al día siguiente. Ser futbolista te garantizaba entrar a un lugar en donde sólo entra la gente conocida rica o famosa, y a donde la mayoría jamás hubiera sido aceptado de no estar jugando futbol profesional. Es más, para que algunos entiendan lo común y famoso del lugar, yo diría que es poco probable que exista algún jugador que haya participado habitualmente con la Selección Mayor que no conozca un domingo del Bar-Bar.
Artistas, empresarios, juniors, hijos de políticos y mujeres de las más guapas del país convivían con los futbolistas profesionales en un ambiente de sobra conocido de antaño.
De hecho, coincidentemente, un par de horas antes, Miguel Ángel Gamboa me preguntaba en Santiago, Chile si el Bar-Bar seguía abierto y aún era lo que él conocía de los domingos de su época hace mas de 20 años, a lo que yo contesté afirmativamente y le contó a la gente que nos acompañaba a cenar de parte del Asociación Chilena de lo extraño y peculiar de este antro.
Jamás nos hubiéramos imaginado lo que estaba a punto de pasar y que fue la noticia con la que nos recibieron al bajarnos del avión el lunes.
A mí no me alcanzaría el espacio para nombrar a los jugadores que encontré ahí. Pero la última vez que fui hace no menos de dos años, ya el ambiente no me pareció el que conocí antes. Ya existía una atmósfera que no había en otras épocas o posiblemente era yo que siendo un poco más maduro, lo sentía así. Por ejemplo, no tenía caso ni siquiera intentar hablar con alguna mujer que no conocieras de antes porque los meseros inmediatamente te decían, "con esa no te metas porque viene con alguien pesado". En realidad ya todos eran "pesados", el ambiente no era el mismo y se alcanzaba a sentir.
Normalmente el bar se empezaba a vaciar por ahí de las cuatro de la mañana, pero hay historias de muchos que salieron no antes de las ocho del lunes ya con el tráfico de día laboral. Para mí, era cuestión de tiempo para que pasara alguna cosa como lo que le pasó al paraguayo. En muchas ocasiones vi como había gente que de mil maneras se acercaba a los jugadores. Algunas para conocerlos, otras para felicitarlos, pero sí me tocó ver a algunas otras que se acercaban para reclamar. Algunas sobrias a la mitad y otros borrachos que daban miedo. Ya hoy al parecer se empieza a saber que el problema fue algo relacionado a un reclamo de futbol y la cantidad de conjeturas, patéticas algunas de parte de pseudo reporteros y de algunos aficionados, se disiparán.
La realidad es que Cabañas tenía derecho a estar ahí y a no ser molestado si así lo quería. El nivel de la discusión no justifica de ninguna manera el balazo. Si el atacante estaba ebrio o Cabañas lo estaba tampoco justifica nada de lo que pasó al final.
Hoy Cabañas se debate entre la vida y la muerte y al parecer es gracias a su fortaleza física y seguramente mental que sigue vivo. Al culpable lo van a agarrar más pronto que temprano porque se volvió un asunto de interés nacional. Desafortunadamente el problema no se acabará. Al cerrar el Bar-Bar tardará algún tiempo el que algún otro antro lo supla. Pero la gente que hoy porta un arma y que como muchos aficionados más, se siente agredida por el mal desempeño de un futbolista o de un equipo de futbol, que se siente con el poder y la impunidad suficiente para llevar su reclamo a instancias mucho más graves, seguirá creciendo en número en nuestro país como consecuencia a los tiempos que vivimos. Nos toca ahora a la gente de futbol, agachar la cabeza y seguir de largo cuando esto suceda. Esas son las consecuencias de problemas de otra índole y que al final afectan también al futbol. Para qué intentar esconderlo o disfrazarlo.
Al Bar-Bar lo conozco bien porque fui muchas veces. Sólo una en mi época de jugador y muchas más ya retirado. Sólo dos o tres de esas en un día que no fuera domingo como todas las otras, en una época en donde salía mucho de noche (pese a que nunca en mi vida he tomado alcohol) y mi compañero de parranda era el "Burro" Van Rankin. No había más que esa opción en la noche del domingo después de ir al Azteca a ver a su América. Ahí nos encontrábamos siempre con muchísimos jugadores de muchos equipos. Algunos que perdían la compostura y otros que nunca lo hicieron. Algunos que iban con sus novias o esposas, algunos más que llegaban con su última conquista y algunos otros que iban "de cacería" como sucede con cualquier otra persona.
El Bar-Bar era un lugar en donde el jugador encontraba en su único día, o más bien, noche de descanso, la posibilidad de vivir como otro joven y salir a un lugar concurrido a convivir y por qué no decirlo, a tomar sin chocar con un entrenamiento al día siguiente. Ser futbolista te garantizaba entrar a un lugar en donde sólo entra la gente conocida rica o famosa, y a donde la mayoría jamás hubiera sido aceptado de no estar jugando futbol profesional. Es más, para que algunos entiendan lo común y famoso del lugar, yo diría que es poco probable que exista algún jugador que haya participado habitualmente con la Selección Mayor que no conozca un domingo del Bar-Bar.
Artistas, empresarios, juniors, hijos de políticos y mujeres de las más guapas del país convivían con los futbolistas profesionales en un ambiente de sobra conocido de antaño.
De hecho, coincidentemente, un par de horas antes, Miguel Ángel Gamboa me preguntaba en Santiago, Chile si el Bar-Bar seguía abierto y aún era lo que él conocía de los domingos de su época hace mas de 20 años, a lo que yo contesté afirmativamente y le contó a la gente que nos acompañaba a cenar de parte del Asociación Chilena de lo extraño y peculiar de este antro.
Jamás nos hubiéramos imaginado lo que estaba a punto de pasar y que fue la noticia con la que nos recibieron al bajarnos del avión el lunes.
A mí no me alcanzaría el espacio para nombrar a los jugadores que encontré ahí. Pero la última vez que fui hace no menos de dos años, ya el ambiente no me pareció el que conocí antes. Ya existía una atmósfera que no había en otras épocas o posiblemente era yo que siendo un poco más maduro, lo sentía así. Por ejemplo, no tenía caso ni siquiera intentar hablar con alguna mujer que no conocieras de antes porque los meseros inmediatamente te decían, "con esa no te metas porque viene con alguien pesado". En realidad ya todos eran "pesados", el ambiente no era el mismo y se alcanzaba a sentir.
Normalmente el bar se empezaba a vaciar por ahí de las cuatro de la mañana, pero hay historias de muchos que salieron no antes de las ocho del lunes ya con el tráfico de día laboral. Para mí, era cuestión de tiempo para que pasara alguna cosa como lo que le pasó al paraguayo. En muchas ocasiones vi como había gente que de mil maneras se acercaba a los jugadores. Algunas para conocerlos, otras para felicitarlos, pero sí me tocó ver a algunas otras que se acercaban para reclamar. Algunas sobrias a la mitad y otros borrachos que daban miedo. Ya hoy al parecer se empieza a saber que el problema fue algo relacionado a un reclamo de futbol y la cantidad de conjeturas, patéticas algunas de parte de pseudo reporteros y de algunos aficionados, se disiparán.
La realidad es que Cabañas tenía derecho a estar ahí y a no ser molestado si así lo quería. El nivel de la discusión no justifica de ninguna manera el balazo. Si el atacante estaba ebrio o Cabañas lo estaba tampoco justifica nada de lo que pasó al final.
Hoy Cabañas se debate entre la vida y la muerte y al parecer es gracias a su fortaleza física y seguramente mental que sigue vivo. Al culpable lo van a agarrar más pronto que temprano porque se volvió un asunto de interés nacional. Desafortunadamente el problema no se acabará. Al cerrar el Bar-Bar tardará algún tiempo el que algún otro antro lo supla. Pero la gente que hoy porta un arma y que como muchos aficionados más, se siente agredida por el mal desempeño de un futbolista o de un equipo de futbol, que se siente con el poder y la impunidad suficiente para llevar su reclamo a instancias mucho más graves, seguirá creciendo en número en nuestro país como consecuencia a los tiempos que vivimos. Nos toca ahora a la gente de futbol, agachar la cabeza y seguir de largo cuando esto suceda. Esas son las consecuencias de problemas de otra índole y que al final afectan también al futbol. Para qué intentar esconderlo o disfrazarlo.
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